La última lección de papá
Aprendí muchas cosas de papá, pero quizás la lección más importante me la dio después de dejar esta vida.
[Esta es una adaptación del mensaje que compartí en el servicio fúnebre de mi padre el 23 de abril de 2022]
Agradecimientos
Primeramente quiero agradecerles por estar aquí. Y especialmente quiero agradecer a familiares y amigos que han viajado, algunos miles de kilómetros, para acompañarnos en estos días. También quiero agradecer particularmente a mi hermana Laura y Alejandra, que han estado siempre presentes y se han hecho cargo de la mayoría de los trámites relacionados con los eventos de esta semana. Por último, quiero agradecer a los amigos de mi papá que han venido y compartido sus sentimientos y anécdotas que vivieron con él.
Estamos aquí no tanto para lamentar la partida de mi papá sino para ¡celebrar su vida!
No era un hombre perfecto
Mi papá no era un hombre perfecto. Y se los puedo demostrar con algunos ejemplos.
Una vez por allá de los 80s o 90s consiguió una cámara fotográfica que tenía un temporizador (timer). Creo que fue la primera cámara nuestra que tenía esa función. Una vez, para tomar una foto familiar donde pudiéramos salir todos, mi papá nos dijo que posáramos, luego él apretó el botón que empezó el conteo regresivo, y se movió rápido para salir en la foto.
¡Creo que todavía tenemos una foto donde mi papá sale corriendo!
La combi
En una ocasión se le ocurrió comprar una combi muy barata. Creo que pagó $100 dólares por ella. El problema es que no estaba pintada, y no tenía llantas. Es más, creo que ni siquiera tenía motor.
La llevó con unos mecánicos a quienes apodábamos “los adivinos”, y en unos meses, la combi andaba. Con esa nos llevaba a la escuela. A mis hermanas les daba vergüenza que las llevara a la escuela en ella (no estaba pintada todavía). Le pedían a mi papá que las dejara a unas cuadras de la escuela y caminábamos el resto del camino. ¡Llegar caminando era mejor que ser vistas bajando de esa cosa!
Un día la mandó pintar de blanco. Luego se le ocurrió ponerle unas rayas en tonos naranjas y rojos en los costados. No se veía mal.
El problema vino cuando viajamos hacia la Ciudad de México. En el camino, esa camioneta de 4 cilindros apenas podía acelerar de subida con 7 pasajeros más el equipaje. Todos los coches nos rebasaban fácilmente. ¡Parecía que íbamos de reversa!
Y ya en la Ciudad de México, la gente nos hacía la parada porque ¡pensaban que era una pesera! (Para los que no están familiarizados con el idioma chilango, o de CDMX, una pesera — o pesero — es una camioneta de transporte público que originalmente costaba un peso, de ahí el nombre).
El amor y el sacrificio
Dicen las escrituras que “nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13.)
Nuestro Salvador Jesucristo es el mejor ejemplo de esto al dar su vida por sus amigos (nosotros). Y el amor verdadero (la caridad), va de la mano del sacrificio.
Después del Salvador, creo que los padres (y madres especialmente) exhiben el mayor amor hacia sus hijos precisamente porque se requiere de sacrificio.
Agradezco a Dios haber nacido de buenos padres. Nunca nos faltó nada, y no me refiero nomás a lo material, sino también a las cosas no tangibles (las de mayor valor).
Fui un niño feliz
El solo hecho de que tuve una niñez muy feliz es un tributo a mis padres. Mi niñez fue inocente y fui muy feliz. Crecí en un hogar donde ni siquiera recuerdo haber escuchado malas palabras durante toda mi niñez y juventud.
Es más, puedo recordar una ocasión cuando a los 6 o 7 años de edad, mi mejor amigo me invitó a una lunada (a quedarme a dormir en su casa). En camino a su casa, hicimos una escala en la casa del tío que nos transportaba. Cuando había que partir de ahí, las llaves del coche no aparecían. Y eso desató una discusión entre el tío y su esposa de una manera tan acalorada, que la tía empezó a llorar, y reinó un espíritu de contención en ese cuarto como yo nunca había sentido. Me hizo valorar más a mi hogar y mi familia, y me di cuenta de lo afortunado que era.
Soy un hijo de Dios
Al comenzar este servicio cantamos “Soy un hijo de Dios”, el cual es un himno para niños de 4 a 11 años en nuestra iglesia. Hay una razón por la cual escogimos cantar ese himno hoy.
Cuando éramos niños, y teníamos nuestra reunión familiar una vez por semana llamada “Noche de hogar”, la mayoría de las veces, mi papá nos hacía cantar “Soy un hijo de Dios”. La cantamos tanto, que confieso que casi llegué a odiar ese himno.
Varios años después, yo lo cantaba con mi esposa y mis cuatro hijos.
Motivos para llorar
Paty mencionó que vio llorar a mi padre dos veces; una cuando falleció su mamá, y la otra cuando falleció su papá (mis abuelitos). Yo recuerdo haber visto a mi papá llorar dos veces también. Una, cuando su papá murió.
Y ahora hago yo lo mismo (es falso eso de que “los chicos no lloran no”?)
Pero yo no vi a mi padre llorar cuando murió mi abuelita, simplemente porque no estuve presente cuando él se enteró, ni tampoco para el funeral.
La segunda vez que le vi llorar fue en la ocasión en la que se le restauraron todos sus derechos de miembro de la iglesia. Y es que a mi papá le acusaron — falsamente — de enriquecimiento ilícito, quizás por estar en una posición de poder como presidente de estaca y director de Colmena Mexicana, una organización de fines benéficos que ayudó a muchos indígenas tarahumaras en la sierra de este estado (Chihuahua, México).
Yo mismo tuve la oportunidad de viajar por lo menos dos veces a la sierra tarahumara y ver las necesidades de los indígenas y cómo se les ayudó de muchas maneras (les dimos ropa y servicios médicos-dentales gratis).
Esas acusaciones provocaron que a mi papá lo excomulgaran de la iglesia, lo cual le causó un gran dolor.
Pero todo se aclaró con el tiempo (meses o años después).
Todavía recuerdo que un día, en el hotel Lucerna, Robert E. Wells (QEPD), quién era un Setenta (líder de alto rango en la iglesia) nos reunió en un cuarto a toda la familia, le pidió perdón en nombre de la iglesia a mi papá, y le restauró todos sus derechos de miembro en la iglesia. Ahí le vi llorar.
La escalera al cielo
¿Por qué era tan importante su membresía en la iglesia para él?
Creo que la mejor manera de explicarlo es con el siguiente relato de las escrituras que estudiamos recientemente:
Supongo que la mayoría de los que estamos aquí somos descendientes de José, aquel que fue vendido en Egipto. José era hijo de Jacob, también conocido como Israel.
Jacob tuvo un sueño en Bet-el (que significa “casa de Dios”) en donde vio una escalera apoyada en tierra que llegaba hasta el cielo. Por esa escalera subían y descendían ángeles de Dios, y Jesucristo estaba en lo alto de ella. Dios le hizo a Jacob la misma promesa que había hecho con Abraham e Isaac (su padre), la cual incluye que su descendencia sería bendecida con el evangelio por siempre. Jacob terminó diciendo:
“Ciertamente Dios está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo temor y dijo: ¡Cuán asombroso es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo”.
El significado de la escalera fue descrito de esta manera:
“Jacob se dio cuenta de que los convenios que había hecho con el Señor representaban los peldaños de la escalera y que tendría que ascender por ella a fin de obtener las bendiciones prometidas, bendiciones que le permitirían entrar al cielo y asociarse con el Señor […]. Para todos nosotros, los templos son lo que Bet–el fue para Jacob”.
Marion G. Romney, “Templos, las puertas del cielo”
Mi papá entendía la importancia de la escalera que nos lleva al cielo. Por eso lloró esa tarde.
Hoy, en el mismo lugar donde asistí a la escuela primaria y seminario, al lado del parque Borunda, se encuentra un templo blanco muy bonito en el cual se llevan a cabo esas ordenanzas y convenios (promesas entre nosotros y Dios) representados por los peldaños de la escalera.
Y el himno “Más cerca, Dios, de ti” que tocó Cizdy (número musical) fue inspirado por esa historia de Jacob en Bet-el.
Somos las manos del Señor
Ayer mi cuñado Carlos me contaba (con un poco de humor negro) acerca de una persona que había fallecido y que era tan deshonesta, que llegó a robarle una camisa después de muerto. Yo le dije: “¿cómo es que te robó la camisa estando ya muerto?”. El respondió (parafraseando, tal como yo recuerdo lo que me contó):
“Fui con el presidente del Quórum de Élderes para ayudarle a vestir el cadáver del difunto. Cuando revisamos la ropa que él trajo, faltaba la camisa. Le dije, ¿qué no trajiste la camisa? Y el respondió diciendo que pensó que yo la traería. Iba a tomar mucho tiempo conseguir una camisa que pudiéramos usar, así que me dijo, la mía es muy chica, pero la tuya le va a quedar… Salí de la funeraria vistiendo la chamarra del presidente (porque ¡ya no traía mi camisa!)”.
Mi papá nos enseñó muchas cosas. Y me ha dado la lección más grande después de su muerte.
Aquí presente está Iván Zavala, también conocido como el Vaquero del Desierto. No sé cómo conoció la iglesia Iván, pero cuando estaba en edad de secundaria, por allá en los 70s, llegó al Benemérito de las Américas, una escuela de la iglesia en la Ciudad de México.
En su primer día de clases, el profe pidió a los alumnos presentarse en orden alfabético. Siendo Zavala de apellido, Iván fue el último. Cuando mencionó que era del estado de Chihuahua, el profe (mi papá) se interesó y le preguntó de qué ciudad era. Cuando terminó la clase, mi papá le pidió quedarse para platicar y saber más de él.
Iván todavía recuerda ese simple gesto 52 años después, porque significó que él le importaba a alguien y que no estaba solo en esa inmensa ciudad, y que todo estaría bien porque tenía en su maestro a un amigo que además también era de Chihuahua. Después, ese mismo profesor, sería su presidente de estaca, quién le dio el sacerdocio, le dio su primera recomendación para ir al templo, y quien lo llamó y mandó como misionero.
Y la historia no termina ahí. Por cosas de la vida, Iván se alejó de la iglesia por 30 años. Y solamente regresó porque ¡aquel mismo maestro lo encontró y lo invitó a regresar!
Estas son las palabras que Luz, la esposa de Iván, escribió a mi papá cuando supo de su muerte:
“Hace un mes nos juntamos para saludarnos. Es increíble tu partida. Pero ya estás descansando y te vamos a extrañar. Te agradezco por todo lo que hiciste por mi amado esposo. Sé cuánto te quería él. Dejas un gran espacio entre tus amigos también”.
Así como Iván, hay muchas vidas más a las que mi papá influenció para bien. Ustedes saben quienes son, porque algunos están aquí esta mañana.
Gracias a su fe y al poder del sacerdocio, mi padre también sanó a muchas personas, e inclusive echó fuera a demonios.
Nomás menciono un ejemplo más:
Ayer, otro amigo de mi papá, Alfredo Corolla, me dijo lo siguiente:
“Cuando yo dejé la iglesia, perdí a todas mis amistades dentro de ella, con excepción de tres personas, y una de ellas fue tu papá, y el único que permanece fiel en la iglesia. Y te voy a decir por qué:
Porque tu papá me brindó su amistad incondicionalmente”.
No importaba si estabas “activo” o si creías en ciertas cosas o guardabas todos los mandamientos. Mi papá realmente creía que “el valor de las almas es grande a la vista de Dios”.
A similitud del Salvador y a diferencia de mí, mi papá demostró su amor a muchas personas sin juzgarlas y sin condiciones.
Esa es la gran y última lección que me dejó mi papá al morir. Y yo necesitaba recordar eso.
Como dijo el Maestro, y nos lo dice a mí y a todos nosotros: “Ve y haz tú lo mismo” (Lucas 10:37).
Testimonio
Quiero terminar diciendo que yo sé que el evangelio de Jesucristo restaurado en estos últimos días contiene todas las verdades tal cual Jesucristo enseñó cuando estuvo en la tierra. Contiene todos los peldaños que necesitamos para llegar al cielo.
Como dijo Sandra, aunque mi padre ahora “esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). La resurrección es real, y es gratis. Todos resucitaremos. Pero hay un don o regalo mayor que El Salvador nos hizo, que es el perdón de los pecados a través de su sacrificio (la expiación). Lo podemos obtener pagando el precio del arrepentimiento sincero. Sé que es así, y lo digo en el nombre de Jesucristo. Amén.













Para leer o escuchar a continuación
Aquí pueden leer y escuchar los himnos que cantamos: “Soy un hijo de Dios” y “Quienes nos brindan su amor”. O si quieren escuchar una mejor versión, con el Coro del Tabernáculo (en inglés), aquí están:
Aquí está una de las mejores escrituras que dan consuelo cuando muere un ser querido. Habla de la resurrección y es la misma que compartió Paty en su mensaje.
Este es un muy buen mensaje acerca del significado de la muerte que mi sobrino Carlos nos compartió al enterarse se la muerte de mi papá. Él está actualmente sirviendo como misionero en Tamaulipas, México.
Y por último, aquí hay un mensaje acerca de cómo nosotros podemos ser las manos del Salvador, tal como demostró mi papá.